Ícaro se quemó por amor al Sol y la Luna siempre estaba sola en el cielo nocturno.
Por eso a la noche ella ronda a ver si mendiga algo de calor y se quita las penas.
Me cuenta que no le gusta estar sola y que cuando está muy llena alterna con las estrellas, que busca algún alféizar para meterse en cuartos ajenos y sorprender a deshora.
Y así pasa los ratos, matando los sueños y disimulando las ojeras, poniendo una media sonrisa cuando mengua y escondiéndose cada vez que se pone.
Y todo porque, aunque muchos hombres llegaron a tocarla , sólo se remuerde por una razón: Ícaro jamás quiso volar con ella
No hay comentarios:
Publicar un comentario